domingo, 3 de abril de 2011

Valoración filosófica de la frase “Los pobres son nuestro peso y nuestro dolor”

Para la reflexión me gustaría hacer  referencia a la espiritualidad vicentina. Sin duda el padre Arrupe general de los jesuitas ha sido muy reconocido por su gran interés sobre la opción por los pobres, retomada de la reflexión integral del CELAM de Puebla en 1979, a nosotros esas palabras no deberían sernos novedosas pues hace más de 350 años Vicente de Paul decidió hacer una opción preferencial por los pobres, esos pobres por los cuales el Jesús dio su vida y en virtud de los cuales superó la contradicción. Pienso que nosotros no deberíamos siquiera tener en discusión nuestra opción por los pobres, a imagen del evangelio son nuestra vida, a imagen san Vicente, nuestro peso y dolor.
Esta frase que Vicente de Paul pone como una guía de la espiritualidad de nuestra congregación, tiene algunas implicaciones que es necesario repensar, aquí voy a tomar en cuenta el sentido histórico de la misma. Para eso la tomaré del contexto primario y la valoraré desde una perspectiva más general.
El sentido de la historia es una de las nociones (a mi parecer la más importante) que configuran nuestra praxis, de este modo la historia va dando cuenta de cómo se ha objetivado dicha praxis, pero a su vez es condición de posibilidad para la generación de nueva historia, situar nuestro objeto en este término histórico nos indica por un lado, que en la historia encontramos la totalidad de los actos humanos y sus consecuencias, y por otro que estas acciones se convierten en realidades que posibilitan nuevas formas de ser, en síntesis hablar de historia es hablar del proceso de generación de la realidad toda y de la realidad humana en ella.
Los pobres son nuestro peso
Ya hemos comentado un poco que la historia se describe aquí como el escenario de la praxis humana, esto nos lleva a una intuición sobre la que ya Zubiri ha comentado. En la totalidad de la praxis de realidad el hombre tiene que hacerse cargo de su opción es decir de su realidad, pero no sólo eso, sino que, así mismo el hombre tiene que cargar con su realidad, con su historia, así pues podemos comprender que la realidad del pobre no es un estatus ontológico del ser de la realidad, los pobres no lo son en virtud, sino en consecuencia, consecuencia de una forma concreta de optar, ésta se puede definir en términos económicos como el resultado del liberalismo que niega las posibilidades de un “nosotros” y se fundamenta desde un “yo” total, el cual no se preocupa por las consecuencias de generar contradicciones y que se sustenta por sus propios y únicos mecanismos. Para nuestro contexto latinoamericano esta realidad no es una teoría abstracta sino el pan nuestro de todos los días, descrito por la teoría de la dependencia, en el cual las mayorías populares sufren la ambición de unos cuantos, estos cuantos que dicho sea de paso no se preocupan por sus intereses en tanto que cuantos sino de manera personal, esto nos afirma que entre ellos no existe una visión común (si uno u otro se estorban entre sí, lo más probable es que intenten eliminarse).
La realidad de la pobreza es nuestro peso porque al cargar con la realidad, también afirmamos nuestra responsabilidad delante de la historia, nos pesa porque nosotros mismos como género hemos contribuido a realizarla, sólo aquí podrá convertirse en un verdadero punto focal de nuestro compromiso, pues al presentarse así delante de nuestra historia, no podríamos enmascararnos de redentores ahistóricos. Piénsese bien esta idea: algunos de los errores más comunes que se nos presentan en la praxis de evangelización, tienen que ver con considerar a los agentes de dicho anuncio como dueños y señores de la salvación o de la liberación, esto a mi parecer ha hecho mucho daño a la espiritualidad de las comunidades marginadas.
No quiere decir esto que el ejercicio de nuestros misioneros sea falaz, se trata de comprender que nuestro primer deber como seres humanos es responsabilizarnos de nuestros sujetos y de nuestra historia. Por ende es necesario valorar nuestra opción a favor de las consecuencias de nuestra realidad y para ello situarle en términos de pobreza y de exclusión puede ser el lugar más significativo por lo que tienen de degradación de la humanidad.
Los pobres son nuestro dolor
Al cargar con nuestra realidad hemos de comprender que toda nuestra praxis tiene una carga ética fundamental, este escenario iluminará dicha praxis y comprometerá nuestras vidas y nuestras opciones concretas, el que los pobres sean nuestro dolor es señal de nuestra posible fracaso como especie, por cuanto tomamos la responsabilidad de nuestro actos, y también demuestra la desilusión de nuestras mayorías populares que también pierden el sentido de su historia y se someten a las condiciones de posibilidad que los sistemas actuales les ofrecen, el problema de esto se radicaliza en comprender que estas posibilidades no les son útiles y sólo les son espejismos alienantes. 
La pobreza ha de convertirse en nuestro dolor porque en ella reflejamos nuestros intereses y nuestras vanidades, todos hablamos de pobreza pero, ¿cuántos quieren serlo realmente? Aun aquí podemos hablar de redención y en términos más concretos de liberación, pero si nos somos capaces de asumir las consecuencias de esta opción, no llegaremos a las implicaciones más fundamentales de afirmar nuestro dolor por los pobres.
A modo de conclusión
El sentido de la historia
Es necesario tener en cuenta que la historia no es un proceso cerrado orientada a una finalidad teleológica (Hegel), sino más bien un proceso dinámicamente abierto en el cual existen posibilidades para generar una nueva praxis y con ella una trasformación de la realidad. Existe el riesgo de comprender a la historia como un mecanismo encerrado en sí mismo del cual la única salida sea su fin, comprender así la realidad histórica de la pobreza sería tanto como generar una esperanza sin acciones efectivas, o como dejar todo a la manifestación del espíritu cuya misericordia y compasión llegará tarde o temprano y en este caso seríamos meros visores de la historia, no, la historia no es ajena al ser humano, precisamente porque el ser humano es en cierta medida configurador de la historia.. De lo que se trata es de entender que el futuro de la historia sigue de antemano ligado a la praxis concreta que se lleve a cabo, esto nos abre una serie de posibilidades que nos indican que la dialéctica no está cerrada, y que existen posibilidades de generar una nueva realidad en la que la pobreza y los pobres concretos sea sujetos históricos definidos y capaces de generar transformaciones.
Es precisamente en este punto donde asumir el peso de la pobreza y el dolor que genera, puede convertirse en condición de posibilidad para reinterpretar la historia y escribir nuestra nueva realidad. Han de ser nuestro peso y nuestro dolor, y lo han de ser porque es precisamente en esta realidad concreta en donde se asoma la verdad de la realidad histórica, es precisamente en sus consecuencias donde se puede asimilar el valor de la praxis histórica, y es precisamente éste, el lugar de la verdad.
Por eso ahora en reflexión consideramos que aquí situados en la validez histórica de la frase “los pobres son nuestro peso y nuestro dolor” es posible asumir un carácter comprometido con nuestra pobreza, porque no sólo es pobreza de quien la vive materialmente sino aquel quien ha contribuido a generarla, unas veces con su intromisión, otras tantas con su omisión.


POR: Armano González.       Filosofado CM

jueves, 3 de marzo de 2011

Estado de Derecho urgente en los pueblos.

Durante mucho tiempo se ha venido hablando del Derecho sin comprenderlo y por ende sin efectuarlo, este breve ensayo considera la epistemología hegeliana del Derecho y su objetividad en los pueblos. Cuando hablamos del Derecho en Georg Wilhelm Friedrich Hegel, es con la pretensión de hacer tanto un acercamiento a su Filosofía del derecho como un acercamiento a las partes fundamentales, no sólo de su época, sino de la nuestra también.
El Derecho en Hegel se entiende así:
                        “El estudio de las estructuras esenciales del Derecho se sitúa en el nivel del Espíritu Objetivo y la exposición completa de éste es el tema de la Filosofía del Derecho. Es la colectividad expresada como Estado, en la cual los individuos se encuentran reconocidos como libres, o en la cual el yo encuentra su realidad en el nosotros y la naturaleza es comprendida como obra del hombre social”.[1]
Ahora bien, para entender un poco más por qué parece la figura del Derecho en un Estado y por qué éste último como máxima figura que representa al Espíritu, hay que decir qué entiende Hegel por Espíritu:
“El que lo verdadero sólo es real como sistema o el que la sustancia es esencialmente sujeto se expresa en la representación que enuncia lo absoluto como espíritu, el concepto más elevado de todos y que pertenece a la época moderna y a su religión. Sólo lo espiritual es real; es la esencia o el ser en sí, lo que se mantiene y lo determinado –el ser otro y el ser para sí- y lo que permanece en sí mismo en esta determinabilidad o en su fuera de sí o es en y para sí”.[2]
Así pues, veo conveniente comenzar explicando por qué la relación de estos términos. En un primer momento es el Espíritu, que tiene diferentes momentos y determinaciones, pero que no son el objetivo en este ensayo; como se suele escuchar o leer, Hegel es un filósofo idealista y este es un Idealismo Absoluto, que es referido al poder total de la razón como medio legítimo de acceso a la totalidad, así pues vemos el peso del sistema que él elabora. Sin dar marcha atrás, el Espíritu es pues para Hegel, más que razón, es Dios mismo y su devenir en el mundo. Este Espíritu es Absoluto, pues se encuentra en el todo y en las partes, es un universal, es Totalidad.
Ahora, para mostrar que el Derecho es parte de la objetivación del Espíritu, hay que decir que este Espíritu busca dar realidad efectiva, haciéndose Espíritu Objetivo, mediante la figura máxima que es el Estado y en éste está el Derecho que sustenta y da posibilidad a la libertad y voluntad de los sujetos existentes en el Estado, como podemos observar esto no es más que realidad efectiva y objetiva del devenir del Espíritu.
Como bien ya se ha expresado en la definición de Derecho, la idea central es el reconocimiento, la libertad de los sujetos expresado en la colectividad, así que la pretensión es unir el anterior discurso a la realidad que nos apremia, es decir, “la urgencia por un Estado en y de Derecho”.
Hasta ahora se ha hablado de Estado y no se ha mostrado la definición de éste; Hegel lo entiende así:
“El Estado es la realidad de la Idea ética; es el Espíritu ético en cuanto voluntad patente, clara para sí misma, sustancial, que se piensa y se sabe, y que cumple lo que él sabe y cómo lo sabe. En lo ético, el Estado tiene su existencia inmediata, y en la conciencia de sí del individuo, en su conocer y actividad, tiene su existencia mediata, y esta conciencia de sí, por medio de los sentimientos, tiene su libertad sustancial en él, como su esencia, fin y producto de su actividad”.[3]
El tema ha sido seleccionado con la intención de mostrar que para acabar con muchos de los problemas que como sociedad padecemos, es necesariamente mediante el Derecho amparado por la figura de un Estado. Sabemos que el hombre realiza su vida institucionalmente, luego entonces otra de las necesidades es purificar nuestras instituciones, pero eso es secundario al tema principal abordado, aunque no por eso menos importante. Lo apremiante es que se le respete al sujeto sus Derechos, es decir, el Estado brinda y cubre las necesidades de los sujetos colectivos, para hacer una estancia satisfactoria en su tiempo de pertenencia a la vida institucional, de Derecho y Estado.
Y otra parte no sólo es que el Estado reconozca, legitime y dote a los ciudadanos de lo adecuado para su realización, sino que los ciudadanos también seamos capaces de sostener una vida de Estado y Derecho, respetando lo que en colectividad hemos puesto para el encuentro con los otros y la plenitud de nuestra libertad y voluntad.
De este modo concluyo con la tesis que en la medida que sepamos replantearnos las obligaciones y derechos tanto de Estado como de Ciudadanos, seguramente daremos fin a muchos de los conflictos latentes en nuestra actualidad. El mayor trabajo comienza por nosotros mismos.
“Que todo Derecho te sea una obligación y toda obligación un Derecho.” Hegel.


[1]  Garzón Bates, Juan, “Prólogo” en Hegel G.W.F. Filosofía del derecho, UNAM 1970, pág. XXIV
[2]  Hegel, Fenomenología del Espíritu, México, FCE, 1966, Prólogo, p. 9
[3] Hegel, Filosofía del Derecho, UNAM, 1976, pág. 244-



David Hernández Chaires. Seminario vicentino (filosofía)

lunes, 22 de noviembre de 2010

COMPROMISO CON LA VERDAD.

Compromiso filosófico con la verdad (reconocimiento a Ignacio Ellacuría, filósofo, intelectual, político, teólogo de la liberación y sacerdote español, a veintiun años de su asesinato).


"lo esencial es dedicarse filosóficamente a la liberación más integral y acomodada posible de nuestros pueblos y nuestras personas; la constitución de la filosofía vendrá entonces por añadidura. Aquí también la cruz puede convertirse en vida".   Ignacio Ellacuría.

En el transcurso de nuestra historia como personas y como especie, hemos de preguntarnos en algún momento sobre el valor de la verdad. Está pregunta puede ser respondida desde varios ángulos, pero sin duda todos aquellos que la buscan con sincero corazón, deben de plantearsela en serio y no como mero acomodo de las cosas que nos acontecen, corroboradas en nuestra inteligencia.
Para todos aquellos que han de visitar este humilde intento de reflexión, viene a la mente la pregunta primordial (antes si quiera de la cuestión de la verdad) sobre la filosofía. Bueno, ante todo y como diría Xavier Zubiri, la filosofía es la ciencia que se busca, es decir, la reflexión sobre todo aquello que se pone como objeto de reflexión, si esto es algo ocioso o no, hemos de investigarlo.
La filosofía es la ciencia que se busca, que busca su objeto, en esta ocación hemos de llenar el molde con nuestro objeto particular “la verdad”, una noción de verdad encontrada desde el punto de despliegue de nuestro horizonte de vida, es decir, la realidad histórica. No pretendo enredar al lector con términos complicados y de difícil acceso en los cuales terminemos más mareados y menos convencidos, por tanto, hemos de entender, realidad histórica como aquel lugar donde se da todo nuestra interpretación del mundo y que está posibilitado por todos los momentos pasados.
Entrando en el tema, consideremos esta realidad, es decir lo que tu  y yo vivimos y preguntémonos por el valor de la verdad en ella.
¿qué es la verdad y cómo nos interpela en nuestro diario caminar?
La primera noción de verdad que podría llegar a nuestra mente, es la que el filósofo Vico expondría como el “factum” es decir, lo ya hecho, esta primera interpretación filosófica tiene cabida en nuestra vida como una consideración cotidiana, aquello que esta hecho es lo verdadero, comprobado y postulado como valor máximo. A esta consideración habría que contraponerle el carácter de lo propiamente real, en donde lo hecho es sólo una parte de nuestra realidad, Ellacuría nos dice, entnder lo hecho como verdad, es sólo una parte de lo real… hay que voltear a lo que se está haciendo, y aun ahí, a lo que está por hacerse si es que queremos entender lo que es la verdad de la realidad”.  Esto es, interpretar la verdad no como hecho (factum) sino como aconteciendo “faciendum” (por su raiz latina).

Hasta aquí no hemos hecho mas que pura sutileza discursiva, aunque esto no ha sido de valde, pues hemos reconocido que en la realidad tal y como la vivimos, la verdad no sólo tiene que ver con lo ya hecho, sino que a la vez, entendemos que la verdad se va haciendo. Y por qué tener en cuenta dicha consideración. La filosofía tal y como la entiende Ignacio Ellacuría nos da una posible solución. Para él el filosofar está en funcion de dialogar con la realidad en cuanto a los problemas que esta misma plantea, y aquí tenemos que proceder con ciertas especificidad, la realidad no es sólo un conjunto de consideraciones teóricas, la realidad, es el conjunto de situaciones cotidianas de lo humano, en ese sentido la filosofía está al servicio de pensar las situaciones cotidianas de lo humano. Como aquellas situaciones de marginación y pobreza, o de explotación e injusticia. Hacer filosofía no es una condición intelectual, es una obligación del hombre que necesita pensar sobre lo que pasa en su mundo y es aquí donde se inscribe el valor de la verdad.
Si la verdad ha de hacerse, en ese sentido hemos de hacerla nosotros, esa verdad que ahora vivimos afectada por las mayorías populares oprimidas injustamente, no es lo hecho, esto quiere decir que no está realizada e imposibilitada, esa consideración si bien es verdadera, por cuanto es palpable, no es definitiva, está en nosotros replantear las posibilidades de generar una transformación.
Hay que hacer la verdad, y en ella la verdad de lo humano, verdad misma que ha sido encubierta por el interés de unos cuantos y ese interés a llevado a la desgracia de las mayorías.
Que hemos de estar a favor de lo verdadero y que lo verdadero está en relación íntima con la generación de un mundo más humano, es algo que no debenos de olvidar nunca, en este sentido, hacer la verdad es tarea de aquel que se pregunta por la realidad, y esto –permitame decirse- tambien es labor filosófica.

ARMANDO GONZÁLEZ. FILOSOFADO VICENTINO.

martes, 14 de septiembre de 2010

PATRIA YA PARA TODOS...

Hola que tal:
Heme aquí nuevamente compartiendo algo en torno a filosofía. Me es grato saber que nunca se agotan los temas para tener un acercamiento dialógico mediante estas breves líneas. Entonces, es así que decidí compartir algo con motivo de estas festividades, aclarando que es de una manera muy somera e inagotable. Sólo es para hacer trabajar nuestra conciencia.  
PATRIA.
Qué entiendo por patria es la primera cuestión que aparece en mi cabeza cuando pienso en este suelo mexicano. De un primer encuentro con esta palabra me lleva a pensar en una figura paternal y analizando esta figura me encuentro con un significado que me es muy familiar y sus implicaciones no menos. Y si continúo escarbando esta enigmática palabra me envuelvo en un sentimiento compartido, que sólo pueden compartir “patriotas”, o sea, hermanos (esto en analogía con la figura paternal ya mencionada anteriormente).
Si continúo con este sentido figurado de lo que para mí es “patria” – al menos en este escrito – me pienso comprometido al saberme patriota, porque me debo saber hermano de los que me rodean. Regresando a la figura paterna de la que he hecho mención – y seguiré haciendo – entonces surge una segunda cuestión, ¿qué puedo y debo entender por hermandad?, la cual me deja confundido al poder contemplar la falta de hermandad y filialidad para con la Patria (el padre). 
No quisiera que este breve compartir se tornara en una ambigüedad de comprensión en tanto a la terminología, mejor, desearía que se tornara punto de reflexión para cuestionar hasta dónde estamos comprometidos con los otros patriotas-hermanos y para con la patria-padre. En estos tiempos parece haber una queja continua de malestar social, que, según se presume, no encontramos más culpables que a un puñado de individuos que ostentan en poder a diferencia de nosotros mayoría y es un poder que al parecer no es benigno para nosotros la mayoría. Creo que es muy tarde para buscar culpables y si aún así, insistiéramos en buscarlos, hay que tener cuidado; no sea que nos encontremos dentro de los culpables. Mi propuesta es para buscar soluciones a esta situación tan penosa que como patria nos aqueja, me refiero a la pobreza, la violencia, educación ineficaz, democracia ensombrecida y muchas cosas más. “Compatriotas”, este es un buen tiempo para demostrar que realmente somos más que la promesa del ensueño de un político. Esto no quiere decir apatía a la participación activa dentro de nuestra sociedad, al contrario, es mostrar el interés por ver a nuestra patria sana, a nuestros compatriotas robustos y nuestra conciencia limpia. 
El filósofo Aristóteles nos compartió en su pensamiento esta frase: “cuidado de la sociedad que necesita de juristas, médicos y doctores del alma (psicólogos), porque esa es una sociedad enferma”. No es fatalizar estas buenas profesiones; sólo es cuestión  de hacer análoga la función de éstas y encontramos que realmente nuestra sociedad está enferma, ¿de qué? Pues no es cuestión  de mucha ciencia para diagnosticar que sufrimos desesperanza. Pero de lo que sí requeriremos mucho esfuerzo, es para recuperar las fuerzas perdidas en esta batalla que la mayor parte del tiempo es contra nosotros mismos. Regreso a la idea primaria y central: “el compromiso de patriotas-hermanos”. Hace falta voltear a ver el sufrimiento que le aqueja a nuestro próximo para comprender que no es nada ajeno al nuestro. Hace falta llenarnos de esa efervescencia que prolifera en estos días de festividad con motivos patrios, pero a favor de nuestro suelo, este suelo que nos brinda identidad, no a favor de lo que nos pueda resultar dañino.
Cierro mi comentario con una última idea, que es acerca de la identidad. Friedrich Nietzsche nos dice: “la fealdad no es más que el producto de las mescolanzas humanas”. No es para retomar el barroco sentido de que él era un racista. Es para analizar y llegar a la profundidad de que lo que nos urge es identidad. Lo digo desde esta siguiente y breve interpretación de la frase en juicio. Las mezclas: apunta a la falta de comprensión para con lo propio, aquello que te hace ser de tal o cual forma y no de otra. Y por tanto resulta la fealdad en tanto que choque de identidades mal comprendidas, pues bien, a lo que alude es a una terrible incomprensión de culturas, y si lo pasamos al campo de la sociología es a lo que se le llaman “culturas híbridas”, (sólo por mencionar de manera muy somera). 
Así pues, retomando la riqueza de la idea de este autor, quiero quedarme con la invitación a pensarme dentro de una gran totalidad (nosotros como especie humana), pero con vivencias muy particulares, tales como que soy mexicano; mexicano en una continua responsabilidad por el bienestar de mi próximo y de mi patria.  

lunes, 16 de agosto de 2010

“El profeta de actualidad…”

Hola amigos…


Me complace poder compartir una breve reflexión con un buen sabor filosófico y de tinte sociológico, la cual me llego a la mente por este enigmático rol social en el que al parecer sólo unos cuantos fueran los encargados de desarrollar este papel y el resto pasar inadvertidos de la importancia de este gran rol social. Sé que no aporto nada nuevo, sin embargo, creo necesario refrescar nuestras memorias y consciencias, porque yo sí creo que podemos cambiar la ruta de nuestras vidas. Como primer momento quiero delimitar el concepto “profeta” al que haré mención durante estas líneas para que no surja confusión alguna.

Profeta es el personaje histórico que funge como denunciante y anunciante de una situación concreta que se vive en una comunidad específica o de calidad universal. Como primera idea quizá nos venga en mente la figura religiosa ya sea por tradición o por ilación cultural. Pues bien les quiero dar una buena nueva, el “profeta” en la actualidad no tiene que ser de corte religioso necesariamente para poder denunciar o anunciar al pueblo que pertenece, tenemos ejemplos claros de hombres y mujeres que son actores de la sociedad sin tener implicación religiosa alguna, por hacer mención a algunos de ellos los presento, Lidia Cacho: periodista con calidad de profesión y pasión por la denuncia de conflictos que aquejan a la sociedad, Silvio Rodríguez: canta-autor que nos ilumina el panorama de problemas sociales en diversos ámbitos de relaciones humanas mediante la música trova, y de este modo podría continuar la lista de un sinfín de personajes que nos comparten su pensamiento en torno a una preocupación colectiva y no individual.

Y si bien no queda satisfecha la necesidad por explorar a este personaje en una definición compartiré una visión propia de lo que me significa este rol social. Profeta es el que vive y siente la realidad opresora que hunde al pueblo en una experiencia de desigualdad de oportunidades dignas y equitativas para la convivencia, que si bien no feliz de una sociedad, al menos si con una sencillez sana de relación. Como dice Carlos Marx filósofo: “la conciencia de clase”, que a mi parecer es el principal factor que empuja a un profeta.

Ahora bien si no estoy planteando un profeta con tinte religioso, la justificación es la circunstancia actual de nuestra sociedad, en la que los profetas de este tinte no son suficientes y mucho menos son los propietarios de esta actividad que nos corresponde a todos. Nuestra patria nos necesita, necesita de profetas de actualidad que apoyen en este momento tan crucial en que atravesamos como sociedad. Estamos obligados como actores de la sociedad a dar vida.

Me atrevo a mencionar las palabras de Jesucristo con respecto a los falsos profetas: “por sus frutos los conoceréis”. Y a su vez quiero compartirles una frase que ya me fue compartida también hace algunos ayeres, la cual dice: “los hombres tenemos la vida en la punta de la lengua”, no es con la intensión de infundir miedo para callar la verdad, todo lo contrario, es para hablar con ella y desde ella, podemos dar vida, palabras de esperanza con quienes nos comunicamos. Soy consciente que no estoy aportando nada nuevo y mucho menos medidas concretas y concisas para hacernos o ser profetas y desgraciadamente no las aportaré, pues ese es un trabajo personal de consciencia desde nuestras posibilidades reales, yo sólo me encargo de sembrar una pequeña semilla de vida para no sentir miedo a actuar, quizá de poder encender la pequeña chispa que se nos ha apagado por el desencantamiento que se ha generado por las vivencias tan amargas que atravesamos como sociedad. Pienso que debemos recuperar el ánimo y no dejar de luchar por esa sociedad que necesitamos, queremos y merecemos.

Me despido de ustedes esperando les sirva esta pequeño intento de reflexión con sabor filosófico y tinte sociológico.

Atte: David Hernández Chaires