domingo, 3 de abril de 2011

Valoración filosófica de la frase “Los pobres son nuestro peso y nuestro dolor”

Para la reflexión me gustaría hacer  referencia a la espiritualidad vicentina. Sin duda el padre Arrupe general de los jesuitas ha sido muy reconocido por su gran interés sobre la opción por los pobres, retomada de la reflexión integral del CELAM de Puebla en 1979, a nosotros esas palabras no deberían sernos novedosas pues hace más de 350 años Vicente de Paul decidió hacer una opción preferencial por los pobres, esos pobres por los cuales el Jesús dio su vida y en virtud de los cuales superó la contradicción. Pienso que nosotros no deberíamos siquiera tener en discusión nuestra opción por los pobres, a imagen del evangelio son nuestra vida, a imagen san Vicente, nuestro peso y dolor.
Esta frase que Vicente de Paul pone como una guía de la espiritualidad de nuestra congregación, tiene algunas implicaciones que es necesario repensar, aquí voy a tomar en cuenta el sentido histórico de la misma. Para eso la tomaré del contexto primario y la valoraré desde una perspectiva más general.
El sentido de la historia es una de las nociones (a mi parecer la más importante) que configuran nuestra praxis, de este modo la historia va dando cuenta de cómo se ha objetivado dicha praxis, pero a su vez es condición de posibilidad para la generación de nueva historia, situar nuestro objeto en este término histórico nos indica por un lado, que en la historia encontramos la totalidad de los actos humanos y sus consecuencias, y por otro que estas acciones se convierten en realidades que posibilitan nuevas formas de ser, en síntesis hablar de historia es hablar del proceso de generación de la realidad toda y de la realidad humana en ella.
Los pobres son nuestro peso
Ya hemos comentado un poco que la historia se describe aquí como el escenario de la praxis humana, esto nos lleva a una intuición sobre la que ya Zubiri ha comentado. En la totalidad de la praxis de realidad el hombre tiene que hacerse cargo de su opción es decir de su realidad, pero no sólo eso, sino que, así mismo el hombre tiene que cargar con su realidad, con su historia, así pues podemos comprender que la realidad del pobre no es un estatus ontológico del ser de la realidad, los pobres no lo son en virtud, sino en consecuencia, consecuencia de una forma concreta de optar, ésta se puede definir en términos económicos como el resultado del liberalismo que niega las posibilidades de un “nosotros” y se fundamenta desde un “yo” total, el cual no se preocupa por las consecuencias de generar contradicciones y que se sustenta por sus propios y únicos mecanismos. Para nuestro contexto latinoamericano esta realidad no es una teoría abstracta sino el pan nuestro de todos los días, descrito por la teoría de la dependencia, en el cual las mayorías populares sufren la ambición de unos cuantos, estos cuantos que dicho sea de paso no se preocupan por sus intereses en tanto que cuantos sino de manera personal, esto nos afirma que entre ellos no existe una visión común (si uno u otro se estorban entre sí, lo más probable es que intenten eliminarse).
La realidad de la pobreza es nuestro peso porque al cargar con la realidad, también afirmamos nuestra responsabilidad delante de la historia, nos pesa porque nosotros mismos como género hemos contribuido a realizarla, sólo aquí podrá convertirse en un verdadero punto focal de nuestro compromiso, pues al presentarse así delante de nuestra historia, no podríamos enmascararnos de redentores ahistóricos. Piénsese bien esta idea: algunos de los errores más comunes que se nos presentan en la praxis de evangelización, tienen que ver con considerar a los agentes de dicho anuncio como dueños y señores de la salvación o de la liberación, esto a mi parecer ha hecho mucho daño a la espiritualidad de las comunidades marginadas.
No quiere decir esto que el ejercicio de nuestros misioneros sea falaz, se trata de comprender que nuestro primer deber como seres humanos es responsabilizarnos de nuestros sujetos y de nuestra historia. Por ende es necesario valorar nuestra opción a favor de las consecuencias de nuestra realidad y para ello situarle en términos de pobreza y de exclusión puede ser el lugar más significativo por lo que tienen de degradación de la humanidad.
Los pobres son nuestro dolor
Al cargar con nuestra realidad hemos de comprender que toda nuestra praxis tiene una carga ética fundamental, este escenario iluminará dicha praxis y comprometerá nuestras vidas y nuestras opciones concretas, el que los pobres sean nuestro dolor es señal de nuestra posible fracaso como especie, por cuanto tomamos la responsabilidad de nuestro actos, y también demuestra la desilusión de nuestras mayorías populares que también pierden el sentido de su historia y se someten a las condiciones de posibilidad que los sistemas actuales les ofrecen, el problema de esto se radicaliza en comprender que estas posibilidades no les son útiles y sólo les son espejismos alienantes. 
La pobreza ha de convertirse en nuestro dolor porque en ella reflejamos nuestros intereses y nuestras vanidades, todos hablamos de pobreza pero, ¿cuántos quieren serlo realmente? Aun aquí podemos hablar de redención y en términos más concretos de liberación, pero si nos somos capaces de asumir las consecuencias de esta opción, no llegaremos a las implicaciones más fundamentales de afirmar nuestro dolor por los pobres.
A modo de conclusión
El sentido de la historia
Es necesario tener en cuenta que la historia no es un proceso cerrado orientada a una finalidad teleológica (Hegel), sino más bien un proceso dinámicamente abierto en el cual existen posibilidades para generar una nueva praxis y con ella una trasformación de la realidad. Existe el riesgo de comprender a la historia como un mecanismo encerrado en sí mismo del cual la única salida sea su fin, comprender así la realidad histórica de la pobreza sería tanto como generar una esperanza sin acciones efectivas, o como dejar todo a la manifestación del espíritu cuya misericordia y compasión llegará tarde o temprano y en este caso seríamos meros visores de la historia, no, la historia no es ajena al ser humano, precisamente porque el ser humano es en cierta medida configurador de la historia.. De lo que se trata es de entender que el futuro de la historia sigue de antemano ligado a la praxis concreta que se lleve a cabo, esto nos abre una serie de posibilidades que nos indican que la dialéctica no está cerrada, y que existen posibilidades de generar una nueva realidad en la que la pobreza y los pobres concretos sea sujetos históricos definidos y capaces de generar transformaciones.
Es precisamente en este punto donde asumir el peso de la pobreza y el dolor que genera, puede convertirse en condición de posibilidad para reinterpretar la historia y escribir nuestra nueva realidad. Han de ser nuestro peso y nuestro dolor, y lo han de ser porque es precisamente en esta realidad concreta en donde se asoma la verdad de la realidad histórica, es precisamente en sus consecuencias donde se puede asimilar el valor de la praxis histórica, y es precisamente éste, el lugar de la verdad.
Por eso ahora en reflexión consideramos que aquí situados en la validez histórica de la frase “los pobres son nuestro peso y nuestro dolor” es posible asumir un carácter comprometido con nuestra pobreza, porque no sólo es pobreza de quien la vive materialmente sino aquel quien ha contribuido a generarla, unas veces con su intromisión, otras tantas con su omisión.


POR: Armano González.       Filosofado CM